La idea de juntarme con otros (llamando micro-taller de foto callejera al asunto) surgió a finales del año pasado, con la excusa de acompañar a la exposición Ocaso. Mi idea fue llevar a personas a las calles donde había surgido el proyecto, e introducir in situ las claves del mismo. Trabajar con la idea de encontrar la esencia de una calle, extraer su personalidad, o cómo podía trasmitirse una emoción a a través de las fotografías.
Lorena, Vicky, Elena, Berena, Coral, Anne y Judith me acompañaron en esta primera aventura.
La excusa me permitió saber que podía hacerlo. Podía estar con un grupo, dinamizar una actividad con un grupo de personas desconocidas en la calle, teniendo unos objetivos, compartir un proceso ,y salir airoso, donde airoso sifgnifica con una sonrisa de oreja a oreja.
Antes de que acabase la expo tuve la oportunidad de repetir experiencia, y confirmar que la primera vez, no es que lo que había pasado se reducía a esa suerte del principiante (de la que hablaba El Alquimista). No, volví a disfrutar como un enano. Y a descubrir, de nuevo, a un grupo de personas maravillosas.
Finalizada la expo, y (sabido) que quería seguir investigando por estos territorios, tenía que reinventarme la excusa (o simplemente desnudarme y plantear que quería seguir haciendo talleres, per se, en al calle).
Y así fue.
Vinieron el tercer y el cuatro micro-taller. Aquí anduve más escuchando. Preguntándome también si lo que estaba haciendo era «tan solo» un encuentro entre personas afines, para compartir, experimentar, accionar, al estilo de una «quedada» fotográfica, o había algo más. No acababa de querer coger las riendas de los talleres. Pedía a los asistentes que se implicaran, trayendo ellos los temas, o aportando conocimientos, propuestas… Era como que no me lanzaba, todavía a proponer un taller puramente desde mi interés, desde una propuesta clara, definida. Necesitaba seguir confiando.
En uno de ellos, planteé a los asistentes que aportasen temas, y el más recurrido fue el retrato. Aquí faltaba que yo diese un paso. Un paso que fue un antes y un después. Plantearme un reto: salir a la calle y hablar con todas las personas a las que hiciese una fotografía.
A partir de lo que me ocurrió esa tarde, vino la propuesta de experimentar con ello. Desde entonces, cuatro talleres, dos en Valencia, uno en Madrid y otro en Barcelona, donde el retrato era la excusa, ya clara, para seguir experimentando, jugando, investigando sobre el proceso de mirar.
Siento que cada vez estoy atreviéndome más a ser yo en los talleres. Tengo la sensación de que cada vez son menos fotográficos, y más como yo quiero, siendo la fotografía nuestra excusa, nuestro medio, nuestra forma de actuar para que ocurran otras cosas, y compartir sobre ellas.
Ana comentaba en el último taller como, en este ejercicio que ilustra la fotografía, «teníamos el permiso de mirarnos». Es curioso que nos lo hayamos ido quitando.
¿Qué hay de malo en mirar, si se hace desde la consciencia, desde la elección, desde la implicación con la mirada?
A eso andamos dedicándonos. A trabajar sobre la mirada. A qué miramos, y por qué. Qué nos atrapa de alguien. Haciendo más consciente, rico; a implicarnos más en el proceso (entero) de mirar, y a darnos cuenta de cómo este proceso habla más de nosotros que de quienes tenemos enfrente.
El próximo miércoles, más…